Sentí algo extraño cuando se nos pidió que vayamos a
trabajar al "pabellón IV". Es un lugar que había escuchado nombrar
por arriba pero que jamás había visitado, visto o percatado de su existencia.
Era francamente pasado por alto.
En la corta caminata desde
el pabellón III fui imaginando con que me podía llegar a encontrar. Lo único
que tenía claro era que no iba a ser un pabellón igual al II y al III ya que en
ese caso lo hubiese visto. En un primer vistazo vi un estacionamiento dividido
por grandes columnas ordenadas en prolijas hileras, respetando la misma forma
que tienen los pabellones II y III. En esas columnas y en la pared que da al
pabellón III encontré varios grafittis; vale recalcar algunos dibujos
interesantes, un escrito que recuerda al flaco Spinetta y, especialmente, un
simple grafitti que dice "grow" (crecer o desarrollarse en ingles). En
el suelo, al costado de algunas columnas, hay unos pequeños agujeros por donde puede llegar a caber un
gato o un perro pequeño. Arrojé una piedra para tratar de descifrar, cual
detective, la distancia que podía llegar a haber hasta el fondo. Fue en vano.
Prácticamente en la mitad
del terreno hay una clara separación. Del lado del ahora estacionamiento, se ve
un suelo liso, trabajado para que los autos circulen sin problemas. Del lado
que da al río, algunos árboles invadieron el espacio y montañas de escombros se
hacen presentes. En ese momento tuve la oportunidad de ver a un camión que paso
por un costado de los escombros para dejar los propios (generados por las
nuevas obras realizadas en Ciudad Universitaria) del otro lado de la montaña y también
que dos personas debatan cuales serían los próximos lugares para descargar y
así aprovechar de la mejor manera posible ese espacio. En el suelo se
encontraban varias latas de cerveza, algún que otro resto de tetrabrik,
paquetes de papas fritas y algunas latas de aerosol.
Con mis
compañeros de grupo nos sentamos en un tronco y nos pusimos a debatir sobre el
lugar. Tuve la suerte de que uno de ellos había estado en una clase en la que
el profesor habló de la historia del pabellón IV. Brevemente nos explicó que la
obra comenzó en un proceso militar con la función de aglomerar en un mismo
lugar a una mayor cantidad de alumnos de la que ya existía. Pensando en una
posible rebelión, creían que sería más fácil de combatir si la juventud estaba
reunida en un mismo lugar y mejor aún si estaba encerrada entre las vías del
tren y el río. También nos contó que la gran apertura, que iba a ser la entrada
a la facultad, tiene las dimensiones justas para que pueda entrar un tanque de
guerra.
Similar fue la historia
que nos contó Gabriel Valansi cuando nos reunió en uno de los costados del
"pabellón". El profesor agregó
que el gobierno militar que decidió abandonar la obra fue el de Onganía luego
de "La Noche de los Bastones Largos", ya que se dieron cuenta que
tener a todos los estudiantes universitarios en un mismo lugar no era una gran
idea.
Luego
de las charlas con mis compañeros y con el profesor Valansi, en el lugar se
sentía un ambiente diferente. Dejos de tristeza se sentían en nuestras
palabras cuando hablamos de los golpes de estado que sufrió nuestro país desde
1930 hasta 1983. Sin embargo fue ahí cuando el graffiti que dice
"grow" llamó mi atención. El pabellón que no fue se convirtió en un
sector de expresión, de pensamiento y, por qué no, de recreación. Los
grafittis, la cantidad de productos audiovisuales que (tengo entendido) se
grabaron ahí, el propio trabajo que estoy realizando y los restos de comida y
alcohol lo demuestran. Como dijo uno de mis compañeros, el lugar se recicló a sí
mismo para utilizarse con nuevos fines.
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